jueves, 10 de febrero de 2022

Películas paralelas

Que Almodóvar es uno de los pocos genios del cine vivo no es novedad. Lo más grato de su cine es la constatación de una progresiva evolución estética y formal, que ha alcanzado en las últimas décadas -¿con Volver?¿Con Julieta?- el cenit: una depuración y una exquisitez extraordinaria.
Madres Paralelas continúa en la senda del dominio pleno del melodrama pero al conocido universo almodovariano de mujeres fuertes le suma el revisionismo histórico, conformando dos películas en una. Dos películas paralelas que nunca logran conformar un todo cohesionado: una extraordinaria -donde exhibe su talento descomunal- sobre dos madres solteras cuyas vidas se entrelazan, y otra fallida. El vaso medio lleno o medio vacío.
Sería incorrecto decir que Almodóvar incursiona en el cine político porque su propia irrupción -con la Movida madrileña: un verdadero vendaval para la España posfranquista-  fue una declaración política en sí, y tampoco hay dudas de que su acercamiento a la memoria del pueblo español -un tema de candente actualidad, con sectores intentando tergiversar los acontecimientos del pasado- es un gesto noble. Pero la explicitud, el tratamiento ramplón y didáctico del tema, hace que la película pierda fuerza. El plano final, y sobre todo la cita de Galeano -un pésimo escritor: declamatorio y cínico-, desnuda su (bienintencionado) bajo vuelo. Quizás sea que para combatir el cinismo haya que hablar claro y directo. Me niego a que las películas sufran.