sábado, 17 de enero de 2015

La tentación del dinero

'Foxcatcher', de Bennett Miller  


Foxcatcher está inspirada en una fascinante historia real que involucra a dos hermanos luchadores con un psicótico, taciturno y trastornado entrenador multimillonario que, más que entrenar, como dinero le sobra, les ofrece a sus luchadores todo tipo comodidades para poder despuntar esa pasión injuriosa, según su madre, porque cómo puede uno de los dueños del mundo poner su atención en esa actividad bárbara, allí donde se baten dos hombres con movimientos simiescos. En una notable escena donde ella irrumpe la rutina preparatoria se condensan casi todas las deficiencias maternales que arrastra el personaje y que repercuten, como una pesadísima carga, en su accionar psicótico. El multimillonario no es otro que John Du Pont, heredero de la compañía inventora -entre otros- del nylon, y si bien el reconocido caso en cuestión sucedió hace casi veinte años conviene no adelantar demasiado para que el espectador exento de información no pierda la capacidad de asombro ante el desenlace de la trama. Steve Carrel interpreta al entrenador, en un papel que significa un volantazo en su carrera, -casi- siempre acostumbrado al rol de perdedor en comedias románticas. Siguiendo por los lindes un registro que tiene como faro inevitable -claro que salvando las distancias- al Don Corleone de Marlon Brando, con una transformación física notable- aunque excedido en maquillaje, que bordea sin tocar lo grotesco y por momentos se siente demasiado pesado, molesto, como si quedase atado a su mutación puntillosa- y cuya mirada transmite ese aire terrorífico propio de los dementes, cuya risa perturba porque parece salida desde el interior mismo del infierno de la esquizofrenia. Una de esas interpretaciones que, por su impacto, suelen coronarse con un sinnúmero de premios.
Bennett Miller vuelve a poner su atención en el mundo del deporte –como en su anterior película: Moneyball- aunque, en verdad, el deporte siempre es una excusa para explorar otros costados. Acá estamos casi en las antípodas de la extraordinaria locuacidad que tienen los guiones de Aaron Sorkin: el notable -y galardonado con el premio a Mejor Director en Cannes- pulso narrativo densifica un aire gélido que asfixia y cautiva en igual proporción, sumado a una densidad psicológica que puede resultar un tanto pesada para el espectador demasiado ansioso, para aquellos que esperen acá el vértigo propio de las peleas de estos hermanos. Y he aquí, en la relación fraternal, en las tensiones del triángulo conformado por ellos y el entrenador, otro de los elementos claves, donde se luce –aun por sobre el resto- el siempre convincente Mark Ruffalo, imprimiendo corazón a un personaje algo más ajeno a las viciadas tentaciones que el dinero permite alcanzar pero que no terminan nunca de ser del todo fructuosas.

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