El vasto mundo pop adolescente es un terreno que el cine, de
manera tímida y sabiendo de su fertilidad, comienza a explotar. Wonderful World
End es una de las mejores aproximaciones porque parece conocer al dedillo lo que retrata: followers, likes, views, comentarios, disfraces, emoticones;
todo eso cabe a la perfección en este refulgente coctel nipón, epicentro del brote de esa cultura.
Pero que no nos engañe ese continuo baño de
colores y canciones estridentes porque estamos en presencia de una
película de duelo: Shiori es una adolescente de diecisiete años que atraviesa
una serie de tormentos internos propios de la edad, que no pueden mitigar
los miles de seguidores que aúna en las redes sociales y que la convierten en
una suerte de celebridad de ese mundo de pantallas. Ella, su novio y su
principal admiradora –una púber tímida, incapaz exteriorizar sus revoltosos
sentimientos sin el cobijo de la web-, el cosmos online al que pertenecen y el
torbellino de sensaciones adolescentes son el
combustible de la película. Shiori se filma escapándose de las clases del
colegio para un número fiel de seguidores que se mantienen conectados aunque no tenga mucho que decir y se la note un poco triste. Y ahí es donde entendemos la idea
principal de la película, explicitada en el título: la mutación propia desmorona nuestro mundo; por más alegre y colorido que sea el final –de una
etapa, en este caso- nunca podrá escapar de su tristeza inherente, de los
reflejos del cambio, del paso del tiempo. Wonderful World End lo entiende a la
perfección pero lo disimula para que no sea tan terrible.
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