Sobre las tremendas e irreversibles consecuencias que pueden
arrastrar las decisiones cotidianas, ejecutadas desde lo más hondo de una
presumida intrascendencia, y la estela de remordimiento que se impregna, como
un castigo irrevocable, sobre las personas que, ignorando su peso, las llevan a
cabo, habla la nueva película de los hermanos Dardenne, quienes nunca caen en
las trampas de la moralina ni se tientan con sentencias sobre sus personajes,
cosa poco sorprendente: por sobre toda las cosas, y más allá de que formalmente
parecieran haber alcanzado el cenit en el acabado de su –tan imitado- estilo,
lo cual les permite cimentar un piso elevado desde el cual parten sus
películas, siempre fueron muy inteligentes.
La Fille Inconnue comienza, con la cámara en movimiento, claro, siguiendo a una joven médica en la sala que tiene al mando
hace poco, luego de su eficiente trabajo como residente, donde revisa a los
enfermos que la visitan. Un día, a punto de terminar una agotadora jornada
laboral, alguien toca el timbre del consultorio; ocuparse de otro paciente
significaría extender un buen rato la permanencia allí, ante lo cual decide,
pese al carácter más responsable de su compañero, dispuesto a sacrificar su
tiempo en pos de atender la urgencia profesional, ignorar el llamado. Al día
siguiente encuentran, a pocos metros, muerta -¿asesinada?- a esa persona.
A partir de ahí la cuestión policial interesa menos que los
tormentos psicológicos de la protagonista, quien no puedo dejar de sentirse
responsable por lo sucedido: permitir el ingreso de la finada sin nombre
hubiese cambiado su trágico rumbo.
No deja de resultar un tanto curioso el desdén con el que
son recibidas y tratadas por buena parte de la crítica las últimas películas de
los belgas; sí, puede que, al haber hecho escuela, sus discípulos –los buenos y,
sobre todo, los malos- hayan contribuido a agotar un poco las formas, lo mismo
que tampoco se traten obras maestras –mas tamaño despropósito sería
siempre exigirlo-, sí de muy buenas obras… Quién sabe, quizás sea que lo
habitual insensibiliza.
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