lunes, 6 de marzo de 2017

¿Crimen? y castigo



Sobre las tremendas e irreversibles consecuencias que pueden arrastrar las decisiones cotidianas, ejecutadas desde lo más hondo de una presumida intrascendencia, y la estela de remordimiento que se impregna, como un castigo irrevocable, sobre las personas que, ignorando su peso, las llevan a cabo, habla la nueva película de los hermanos Dardenne, quienes nunca caen en las trampas de la moralina ni se tientan con sentencias sobre sus personajes, cosa poco sorprendente: por sobre toda las cosas, y más allá de que formalmente parecieran haber alcanzado el cenit en el acabado de su –tan imitado- estilo, lo cual les permite cimentar un piso elevado desde el cual parten sus películas, siempre fueron muy inteligentes.
La Fille Inconnue comienza, con la cámara en movimiento, claro, siguiendo a una joven médica en la sala que tiene al mando hace poco, luego de su eficiente trabajo como residente, donde revisa a los enfermos que la visitan. Un día, a punto de terminar una agotadora jornada laboral, alguien toca el timbre del consultorio; ocuparse de otro paciente significaría extender un buen rato la permanencia allí, ante lo cual decide, pese al carácter más responsable de su compañero, dispuesto a sacrificar su tiempo en pos de atender la urgencia profesional, ignorar el llamado. Al día siguiente encuentran, a pocos metros, muerta -¿asesinada?- a esa persona.
A partir de ahí la cuestión policial interesa menos que los tormentos psicológicos de la protagonista, quien no puedo dejar de sentirse responsable por lo sucedido: permitir el ingreso de la finada sin nombre hubiese cambiado su trágico rumbo.
No deja de resultar un tanto curioso el desdén con el que son recibidas y tratadas por buena parte de la crítica las últimas películas de los belgas; sí, puede que, al haber hecho escuela, sus discípulos –los buenos y, sobre todo, los malos- hayan contribuido a agotar un poco las formas, lo mismo que tampoco se traten obras maestras –mas tamaño despropósito sería siempre exigirlo-, sí de muy buenas obras… Quién sabe, quizás sea que lo habitual insensibiliza.

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